“La estabilidad política y el fortalecimiento de las instituciones son clave para el crecimiento de las principales economías de Latinoamérica. Si además van unidas a una mayor productividad, mejorarán las rentas, el bienestar y la actividad de la región” Así de claro se muestra Ramón Casilda, profesor del IEB y de la Escuela Diplomática, y Of Counnsel de AUREN.
América Latina, antes del inicio de la COVID-19, presentaba una situación compleja, con una desaceleración generalizada a nivel de países y de sectores, completando 5 años de bajo crecimiento. Pero llegó la pandemia y evidenció la fragilidad de las sociedades latinoamericanas, poniendo de relieve el precario estado de los sistemas de salud y protección social.
El impacto en los grupos más desfavorecidos resultó particularmente preocupante. Según cifras oficiales, el número de fallecidos por COVID-19 ha sido más alto que en todas las demás regiones en desarrollo.
“Actualmente la vacunación está muy avanzada en la mayor parte de los países, fortaleciendo la resiliencia ante nuevas variantes. La región está en vías de recuperar los niveles previos de PIB y empleo. Las escuelas han reabierto y las empresas vuelven a contratar. Sin embargo, las secuelas de la pandemia persistirán”.
Desde el comienzo de la pandemia, la tasa de pobreza excluido Brasil (medida en función del umbral de pobreza de 5,50 dólares/día), aumentó a 27,5 por ciento en 2021 y permanece por encima de su nivel previo a la COVID-19 de 25,6 por ciento.
El profesor Ramón Casilda explica que:
“los estudiantes de la región perdieron entre uno y un año y medio de escolaridad, abriendo la posibilidad de una pérdida de 10 por ciento en los ingresos que percibirán durante toda la vida. Además, muchos de los nuevos puestos de trabajo creados, particularmente entre las mujeres, son en pequeñas empresas que suelen ser informales”
La región, a medida que sortea la recuperación, se enfrenta a un mayor nivel de incertidumbre. ¿Motivos? La guerra en Ucrania, la desaceleración de las principales economías desarrolladas, el repunte de las materias primas, los cuellos de botella en las cadenas de suministro, la normalización monetaria en Europa y en EEUU… El horizonte se presenta con escasa visibilidad.
El profesor del IEB y de la Escuela Diplomática hace referencia al informe semestral sobre América Latina del Banco Mundial (abril, 2022).
“Prevé que el Producto Interno Bruto sea un 0,4% menor de lo señalado en el anterior (octubre, 2021) situándose en el 2,3% en 2022 y 2,2% en 2023, logrando la mayoría de los países revertir las pérdidas de PIB que tuvieron lugar durante la crisis del coronavirus”.
Riesgos clave para la región
“De acuerdo con el Informe del Banco Mundial (abril, 2022), es imperativo poner en marcha una serie de reformas a favor del crecimiento en infraestructuras, educación e innovación, y las inversiones más importantes deben financiarse a través de un gasto más eficiente y mayores ingresos fiscales. Pero estas reformas tan necesarias deben responder a los grandes acontecimientos que están configurando la economía mundial, incluido el cambio climático” explica Casilda.
Durante los últimos veinte años, subraya el Informe, los países perdieron el equivalente a 1,7 por ciento de su PIB anual a causa de los desastres relacionados con el clima, mientras que unas 5,8 millones de personas podrían caer en la extrema pobreza en la región para el año 2030.
Tras años fluctuando en torno a las metas fijadas, la inflación registra los niveles más elevados de los últimos 15 años en las principales economías de América Latina, habiendo sufrido dos shocks importantes: los efectos de la pandemia, y los de la guerra de Ucrania. Al igual que en otras economías avanzadas y de mercados emergentes, la inflación se aceleró en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú (AL-5) en 2021. Argentina es un caso aparte con un 50,9 por ciento y más aparte aún lo es Venezuela con un 686 por ciento.
La inflación, caballo de batalla
Inicialmente, explica Ramón Casilda:
“el incremento de la inflación estuvo impulsado por la subida de los precios de los alimentos y la energía, pero se tornó más amplio como consecuencia de la inercia de la política monetaria y las prácticas de indexación salarial (contratos cuyas condiciones se ajustan automáticamente con la inflación), así como de la fuerte recuperación de la demanda, primero la de bienes, pero más adelante también la de servicios”.
Para frenar la escalada inflacionista los bancos centrales comenzaron a subir tipos de interés, anticipándose al movimiento de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo.
“El Banco Central de Brasil fue el primero en cambiar de rumbo, en marzo de 2021, y le siguieron otros, lo cual generó aumentos de la tasa de interés acumulada de entre 1,75 y 9,75 puntos porcentuales respecto de los niveles de finales de 2020”.
Inversión directa en la región: el papel de las empresas españolas
En América Latina el stock de inversión extranjera directa sobrepasa los 150.000 millones de euros.
“El caso del real brasileño y el peso mexicano las subidas frente al euro favorecen a las compañías cotizadas españolas con una importante presencia en estos dos países como Banco Santander, BBVA, Iberdrola, Repsol, Telefónica, Mapfre, Naturgy, Inditex, Amadeus, Indra, ACS, Meliá Hoteles, CIE Automotive…”
México y Brasil se disputan la hegemonía de la inversión directa española y suponen el tercer y cuarto país por ingresos tras España y Estados Unidos del Ibex 35, con más de 50. 000 millones de euros. Chile es el tercer con un stock de casi 15. 000 millones de euros. También destaca el stock en los países de la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, México y Perú) con casi 75.000 millones de euros.
Flujos de Capital Financiero hacia Latinoamérica
La guerra en Ucrania está provocando un aumento de los flujos de capital financiero hacia América Latina según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF). Inversionistas de China, Rusia y países de Europa del Este, dirigieron sus capitales hacia la región. Unos 10.800 millones de dólares en inversiones financieras entraron a los países en el mes de marzo, un flujo mensual considerable no visto desde el inicio de la pandemia.
A diferencia de la inversión extranjera directa, la cual se destina a inmuebles, negocios y activos fijos, la inversión financiera es aquella que invierte en valores que cotizan en bolsa, mayoritariamente acciones y bonos de deuda.
El profesor del IEB y de la Escuela Diplomática Ramón Casilda señala que:
“los flujos de capital son, por lo tanto, las apuestas que hacen inversionistas globales a través de inversión financiera, buscando los instrumentos que ofrezcan mejores rendimientos a un precio atractivo y ofreciendo un nivel de riesgo que se encuentran dispuestos a soportar”