Estamos viviendo momentos difíciles, tanto desde el punto de vista personal como en el ámbito financiero, y muchos inversores se preguntarán que hacer con sus inversiones: ¿se debe mantener, vender o comprar?
Hemos analizado los 148 años de historia del mercado financiero para tratar de responder a esta pregunta.
- En los 148 años transcurridos (entre 1871 y 2019) ha habido 11 ocasiones en las que las acciones (medidas por el índice S&P 500) han perdido, al menos, el 25% de su valor.
- En 7 de los 11 episodios, los inversores habrían recuperado todas las pérdidas en dos años o menos si hubieran invertido en el índice S&P500.
- En los otros cuatro – 1893, 2001 y 2008 – el período que necesitaron para recuperar el dinero invertido inicialmente fue de cuatro a cinco años.
- Entre 1871 y 2019 las acciones de EE.UU. se han revalorizado un 8,9% anual, un 6,7% anual por encima de la inflación. En el mismo período, el dinero en efectivo de los EE.UU. sólo generó una rentabilidad del 4% al año.
¿Vender, mantener o comprar?
A la hora de entrar en el mercado es importante tener una estrategia a seguir a largo plazo y considerar que haremos en caso de caídas inesperadas.
Cuando el mercado cae 25% (una posición en la que muchos inversores se encuentran actualmente), los inversores pueden actuar de tres formas distintas: deshacer posiciones, mantener la inversión o aumentarla (de una sola vez o mediante aportaciones periódicas).
Teniendo en cuenta estos tres escenarios, vamos a analizar cuánto tiempo habría tardado un inversor en recuperar su capital inicial tras algunas de las caídas más llamativas de los mercados.
Deshacer posiciones
Existe el riesgo de que las personas queden tan marcadas por las pérdidas que no puedan volver a invertir en el mercado durante un largo periodo de tiempo o que necesiten efectivo por cualquier razón.
Esto provoca que deshagan posiciones para recuperar su efectivo. No obstante, nuestro análisis demuestra que, históricamente, esa es una de las peores decisiones financieras que una persona pueden tomar.
Por ejemplo, los inversores que salieron del mercado en 1929, después de la primera caída del 25% de la Gran Depresión, habrían tenido que esperar hasta 1963 para recuperar su inversión inicial.
Sin embargo, si hubieran permanecido invertidos, habrían recuperado el dinero que invirtieron inicialmente en 1945. Hay que tener en cuenta que el mercado llegó a caer más de un 80%.
Aumentar la inversión
Aumentar la inversión tras una caída es una decisión muy personal. Independientemente de la estrategia de inversión, no todos los inversores podrán comprar más, aunque así lo deseen.
La necesidad de pagar el alquiler, facturas, comprar alimentos, o de, sencillamente, sentirse financieramente seguros, supera cualquier opinión sobre si es buena opción entrar o no en el mercado bursátil.
Los inversores que opten por esta decisión podrían pensar que siempre que incrementemos una inversión el valor de la cartera aumentará más rápido y, por lo tanto, el tiempo que tardaremos en recuperar la inversión inicial será más corto que si no se hace nada. Sin embargo, la historia demuestra que esta diferencia solo es relevante si se decide incrementar la inversión en un porcentaje significativo.
Si analizamos las grandes caídas de la historia vemos que el período de recuperación se acortó en seis de los once casos, pero no produjo ninguna diferencia en cuatro y resultó una decisión peor en uno de los ejemplos.
Mantener la inversión
De las seis ocasiones que mencionamos en las que se consiguió reducir el tiempo de recuperación, esta disminución sólo fue significativa en una ocasión: la Gran Depresión, la peor de todas las crisis.
En este caso, la inversión periódica y recurrente habría reducido en casi 7 años la recuperación de la inversión, en comparación con los 15 años que hubiera necesitado otro inversor.
Por lo tanto, la historia demuestra que los inversores que se mantienen firmes a su inversión inicial probablemente obtengan un mejor resultado a largo plazo. Las cicatrices mentales de lo que estamos viviendo estarán con nosotros durante una generación, pero las cicatrices financieras no tienen por qué permanecer tanto tiempo.
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