Ministro de Economía en el importante periodo de la Transición, presidente de la patronal bancaria (AEB) durante más de una década y media y, ahora, presidente de la ONG Acción contra el Hambre. José Luis Leal acumula valiosas experiencias que siempre está dispuesto a transmitir, especialmente a los más jóvenes. Y lo hace desde un compromiso que ha sido una constante en su vida.
Solo unos meses después de presentar sus memorias (Hacia la libertad) a principios del segundo trimestre de este año publicó un nuevo libro, El futuro que fue nuestro, lleno de datos y reflexiones sobre temas económicos. ¿Qué pretendía con este volumen?
Originalmente, pensé titularlo Cartas a mis nietos, pero me dijeron: “Ni se te ocurra”. Se trata de un volumen en el que en 40 breves notas repaso el porvenir de España y sus instituciones y trato de explicar algunos aspectos que considero importantes para entender la sociedad y el país en el que vivimos. Es claro que en la mayor parte de las cuestiones tomo partido por una u otra opción y mis preferencias son claras a favor de la libertad y el bienestar general.
En cualquier caso, el libro se lo dedica a Laura y David, sus nietos. ¿Cree que es más fácil ahora la vida comparada con la suya a sus años? ¿Considera que en las actuales circunstancias resulta también más fácil crecer como personas?
Este país es ahora mejor, incluso que el de hace 15 o 20 años. Pero, al mismo tiempo, es un país en el que es más difícil desarrollar un proyecto profesional. Es paradójico, pero es una realidad que afecta especialmente a los más jóvenes.
El libro hace mención a la excesiva dependencia de nuestra economía del turismo y aboga por la necesidad de construir una economía de servicios de mayor valor añadido. Sin embargo, parece que nuestra economía después de la pandemia ha pasado a depender todavía más del turismo, especialmente en algunas comunidades.
Tenemos, efectivamente, una excesiva dependencia del turismo y no podemos construir el futuro en base a ello. Mejor el turismo que nada, pero si realmente queremos hacer un país próspero y que esa prosperidad sea sostenible, tenemos que ir a una economía de más valor añadido. Debemos apostar por servicios más sofisticados, por algunas ramas de la industria más especializadas. Creo que es peligroso para el futuro esa satisfacción humana centrada, principalmente, en el turismo.
Dedica en el libro un espacio importante al tema de la migración y señala que la aportación de la inmigración ha sido positiva y del mismo orden que la mano de obra nacional. Pero, inmediatamente, apunta que los inmigrantes aceptaron los trabajos que los españoles comenzaron a rechazar. ¿Es inevitable ese rechazo de los trabajadores españoles a aceptar determinados trabajos con un índice tan alto de paro en nuestro país?
En principio sí, porque es un fenómeno general entre las economías desarrolladas. Los trabajadores van abandonando los servicios más difíciles y duros, por ejemplo, en el campo. Y estos son ocupados por inmigrantes con la paradoja de que sucede en una situación de paro alto. Por otra parte, cuando hablamos ahora de inmigrantes, los relacionamos con las pateras, pero la mayor parte de los inmigrantes a España llegan en avión y en su mayor parte son de América Latina con un nivel en formación profesional, en general, semejante al de los españoles.
¿Ese rechazo hacia los inmigrantes que se está dando en una parte de la sociedad puede tener consecuencia en la disponibilidad de mano de obra para cubrir ciertos puestos de trabajo?
Nuestro problema es que el crecimiento de nuestra población es muy, muy débil y necesitamos mantener un nivel de población activa, digamos, coherente con nuestro desarrollo. Tenemos que basarnos en la inmigración y, por ello, vamos a seguir teniendo necesidad de inmigración muchos años. Ahora mismo, tenemos un porcentaje muy alto de población extranjera en España, que seguirá siendo necesario.
Es usted muy crítico con la poca atención y cuidado que se da a los jóvenes en España en comparación con las atenciones que reciben los mayores.
Es que, efectivamente, hay una tendencia de los gobernantes a favorecer a las personas mayores en detrimento, muchas veces, de los jóvenes. Y es que ser joven en España es muy complicado. La Formación Profesional en España ha mejorado, pero todavía deja mucho que desear y la formación superior no es buena. Ello supone que los jóvenes salen al mercado laboral con una formación deficiente. Y cuando logran un trabajo, es con un contrato no muy bueno, con bastante precariedad y discontinuidad en el empleo.
Todo ello se complica mucho más con la imposibilidad, generalmente, de acceder a una vivienda de compra. Por otra parte, ahora resultan imposibles los alquileres. Los jóvenes tienen una carrera de obstáculos que hace que se prolongue la edad media de salida de la casa paterna. En Estados Unidos, los jóvenes se emancipan, de media, a los veinte años; en España, a los treinta. En resumidas cuentas, les estamos haciendo la vida a los jóvenes muy difícil. La sociedad española debería preocuparse más por ellos.
¿Cree que la deuda pública frenará nuestro crecimiento? ¿Le preocupa a José Luis Leal la laxa actitud, no solo en España, respecto a la deuda pública?
Es una irresponsabilidad no preocuparse por los altos niveles de deuda pública. Hubo una cierta reducción reciente, pero fue consecuencia del brote de inflación. Por otra parte, si se produce un incremento de los tipos de interés, como los vividos recientemente, aumenta la factura y para hacer frente a intereses y amortizaciones crecientes habrá que aumentar los impuestos.
Sus páginas dedicadas a las pensiones están llenas de datos… y de incertidumbres. Recuerda que las creó el canciller Otto von Bismarck para prevenir protestas y disturbios. Pero su futuro sigue muy ligado a las reacciones que provoque cualquier reforma.
Tocar las pensiones es siempre políticamente peligroso. Por eso se hizo el Pacto de Toledo. Pero ese pacto ya no existe prácticamente. Sin embargo, hay que afrontar en España el problema de las pensiones porque no podemos indexarlas de acuerdo con el coste de la vida castigando a los más jóvenes. Yo no digo que no haya que indexar algunas pensiones, pero indexar todas parece insostenible.
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