Fernando Welzhofer es uno de los miembros certificados de EFPA España que ejerce de formador voluntario del Programa EFPA de Educación Financiera, una iniciativa que le ha permitido medir el nivel de conocimiento general en materia de finanzas en diferentes gremios profesionales, desde abogados de la Coruña, hasta farmacéuticos de Barcelona. Él, junto con otros compañeros, recibió de manos de la asociación su diploma de agradecimiento a su labor como voluntario, de la que nos comparte su experiencia.
¿Cómo surgió la idea de ser formador voluntario del Programa EFPA de Educación Financiera? ¿Qué fue lo que te atrajo?
La gestión de las finanzas familiares y el destino que le damos al ahorro son aspectos determinantes de la vida futura de una persona. Para mí, tomar las decisiones adecuadas es tan importante que no creo que sea sensato delegar estas decisiones en las entidades financieras tradicionales, que se han labrado una mala reputación en el tiempo, muchas veces por no atender a las necesidades del cliente. Una manera de acertar en las decisiones es entendiendo cómo funcionan los mercados financieros. Por ello, creo firmemente en la utilidad de la educación financiera y en el gran valor añadido que supone para los participantes de los programas de formación.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido del nivel de educación financiera que hay?
A veces pensamos que la gente con formación académica superior dispone de más información o cultura financiera y no es así. Recuerdo una anécdota de un abogado asistente a una formación que me dijo: “es que esto que explicas nunca me lo han dicho en mi entidad financiera”. Sirva como muestra el más de 1 billón de euros que los españoles mantienen en cuentas corrientes perdiendo poder adquisitivo por efecto de la inflación.
¿En qué aspectos hay un mayor margen de mejora?
Hay muchos campos de mejora, desde las nociones básicas que deberían aprender los niños en el colegio, pasando por formaciones concretas en empresas o colectivos, que nos enseñen el sentido de ahorrar. Los países del norte de Europa son un buen espejo en el que mirarse. Otro aspecto que está muy arraigado en nuestra sociedad es confiar en que ‘papá Estado’ nos va a proteger cuando tengamos una necesidad. Solo con formación e información podremos tomar las riendas de nuestro futuro y acertar con las decisiones financieras.
Por el contrario, ¿dónde ves un mejor ‘nivel’ o educación financiera?
Si partimos de la base de que los intereses de las entidades financieras no siempre coinciden con los de sus clientes, el hecho de buscar información previa a firmar cualquier propuesta bancaria me parece una tendencia en auge. Internet para ello es una fuente de información inmensa. Veo bien la preocupación por buscar información, si bien habría que definir claramente qué canales son adecuados para recabar esa información. El asesor financiero es la mejor referencia para ello.
¿Cuáles son los principales retos que afronta en el escenario actual los asesores financieros?
Se habla mucho de la inteligencia artificial y el riesgo que corren los asesores financieros de que las máquinas los hagan superfluos. Yo no comparto en absoluto esta visión. El mundo de las finanzas tiene un sesgo emocional que muy difícilmente podrá gestionar una máquina. Creo que será una herramienta que aumentará la calidad del servicio del asesor financiero, pero no lo sustituirá.
¿Cómo cree que evolucionará la profesión en los próximos años?
Soy enormemente optimista en este aspecto. Solo hay que ver el nivel de agradecimiento y valoración positiva que recibo de mis clientes asesorados. Hay un requisito fundamental para lograr el éxito: entender las necesidades del cliente y diseñar un traje a medida para que logre sus metas.
¿Qué es lo que te ha aportado esta faceta a tu labor como asesor?
Me ha dado la oportunidad de palpar el nivel de conocimiento general en materia de finanzas que hay en los distintos gremios y por ende en la sociedad. Reafirma mi apuesta personal por la educación, la formación y el asesoramiento de calidad.