Los derivados financieros nos parecen instrumentos muy sofisticados y modernos. Sin embargo, contratos de este tipo se han utilizado desde la más remota antigüedad. En este artículo vamos a descubrir tres ejemplos históricos que dan buena cuenta de cómo a lo largo de la Historia de la economía han ido apareciendo y desarrollándose tanto productos como mercados de derivados financieros.
Los molinos de Tales de Mileto
Encontramos un ejemplo remoto de contrato de futuros ya en la obra ‘Política’ de Aristóteles, escrita sobre el año 350 a.C. en la que nos habla sobre cómo Tales de Mileto, considerado el primer filósofo racional, se hizo rico gracias a un contrato de futuros allá por el año 600 a.C., en la antigua Grecia.
Resulta que -tras toda una vida de estudio, viajando por Egipto- el gran Tales atesoraba magnánimos conocimientos de astronomía. Haciendo un ejercicio de predicción con dichos métodos de observación racional determinó que al año siguiente habría una muy buena cosecha de aceituna.
En base a dicha predicción, y utilizando unos escuálidos ahorros con los que contaba, suscribió con los propietarios de muchos molinos de aceite contratos de alquiler con gran antelación. En el momento del contrato, faltando aún tanto tiempo para el uso del molino, tuvo solamente que pagar una fianza, es decir, un pequeño porcentaje del importe del precio. Eso le permitió con poco dinero suscribir muchos contratos.
Los derivados financieros en la antigua Grecia
Algo similar a un contrato Forward de compra, en el cual se paga una prima (como la fianza de Tales) que es solo un pequeño porcentaje del bien subyacente. Y dicha prima le da derecho a una de las partes a comprar en un momento futuro concreto a la otra parte un bien determinado a un precio conocido de antemano. Parece que las predicciones climatológicas de Tales de Mileto se cumplieron, y llegada la recolección de los olivos el volumen de aceitunas resultó muy abultado.
En dicho escenario, Tales ejerció el derecho que le otorgaba la fianza, ostentando por tanto el derecho de explotación de los molinos, y realquiló los mismos a los propietarios de aceitunas que los necesitaban para moler su cosecha a un precio muy superior al cual él tenía que pagar de acuerdo a los contratos de arrendamiento que había establecido meses antes, ganando una gran fortuna en la operación (nos dice Aristóteles que no tenía competencia y establecía el precio libremente, así que debió afianzar la mayor parte de molinos a la redonda).
El mercado de futuros de arroz en Osaka
En la ciudad japonesa de Osaka, allá por el siglo XVII, en concreto en el mercado de arroz de Dojima, encontramos el que probablemente sea el primer ejemplo de mercado organizado de futuros moderno. En los extensos latifundios, propiedad de los terratenientes samuráis (daimyōs), se cosechaba arroz que luego era llevado hasta los almacenes a las grandes ciudades como Osaka para su venta y negociación con los comerciantes.
Los terratenientes depositaban en los almacenes el arroz recolectado, obteniendo un documento que hoy llamaríamos certificado de depósito. Con dicho certificado los terratenientes hacían subastas entre los comerciantes, y aquel que mejor precio pagase por la cosecha a la que daba derecho a retirar el certificado obtenía el mismo. El samurái terrateniente volvía a su finca con dinero, y el comerciante obtenía el depósito de mercancía a un precio cierto. El certificado de depósito constituía un contrato de futuros en sí mismo, además de servir como título mobiliario que corría entre nuevos tomadores y endosatarios dando liquidez a unos y otros.
Anotar un depósito a futuro
Este mercado de Osaka en todo caso rápidamente fue evolucionando en un mercado de derivados. Los terratenientes, como forma de financiación, comenzaron a acudir al almacén a pedir que “anotasen” en sus libros que en un momento futuro depositarían una determinada cosecha, pero no tenían aún dicha cosecha. Y los funcionarios del almacén expedían un certificado de depósito, que el terrateniente samurái podía convertir en liquidez y vender en la subasta con los comerciantes.
Como vemos, este título estaba expedido contra un subyacente que aún ni siquiera existía, pero circulaba en el tráfico mercantil con todos sus efectos. Ya no estamos ante un mercado simple de futuros sobre productos agrícolas, sino ante un mercado puro de derivados financieros tal y como los definiríamos hoy en día: un producto financiero cuyo valor depende del valor de otro activo subyacente.
Derivados financieros en ‘Confusión de Confusiones’
“Confusión de Confusiones” es el primer manual de Bolsa y operaciones financieras publicado en la historia. Esta obra está escrita a finales del siglo XVII por un comerciante de origen español y residente en Amberes, llamado José Penso de la Vega. El libro describe las transacciones financieras típicas de su época operando con acciones.
En uno de sus diálogos describe con precisión el funcionamiento de los contratos de opciones, que él denomina “opsies”. Se adivina un origen de aseguramiento en estas opciones, es decir, constituir un seguro sobre un activo financiero, como por ejemplo un valor máximo de compra (call) o de venta (put) de unas acciones determinadas en un momento cierto del futuro.
Al hablar de las acciones de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, expone que en ese momento las acciones cotizan en 580 pero el inversor cree que subirán. Sin embargo tiene cierta inseguridad de que finalmente no se cumpla su previsión.
Pérdidas acotadas, potencial de ganancias ilimitadas
Ante esta tesitura, el protagonista del diálogo nos explica: “a los que dicen que toman estos opsies, les pregunto cuánto quieren por comprometerse a entregarme cada partida a 600 hasta un cierto plazo, acuerdo el precio, lo registro en el banco, y sé que no puedo perder más de lo que pago”.
Aquí vemos claramente que el accionista ha comprado una opción de compra (call) por la cual asegura comprar hasta un momento futuro determinado las acciones a 600.
De esta forma tiene el derecho a comprar siempre las acciones a 600, pero es un derecho, no una obligación, lo cual define “per se” la “opción call”. Y habrá pagado una prima por ello. Si en el futuro las acciones bajan solo habrá perdido la prima, pero si suben como él prevé que suceda, podrá ejercer su derecho a comprar a 600 algo que quizá vale 800, y ahí estará su potencial ganancial. Como vemos, las pérdidas (la prima pagada) están acotadas, pero las ganancias son ilimitadas.