Cuando hablamos del concepto de sostenibilidad se nos vienen a la cabeza numerosas palabras sobre lo que realmente es, pero todas ellas se agrupan en una cuestión ¿invertir de manera sostenible es rentable? En las siguientes líneas, voy a tratar de dar luz a esta pregunta.
Al abordar el tema de la sostenibilidad nos encontramos ante un término con numerosas aristas al estar implícito en él aspectos sociales, ambientales o de gobierno corporativo que impactan tanto en el lado de la financiación como de inversión de las compañías.
Algunos ejemplos de financiación, pueden ser las emisiones de renta fija que realizan algunas empresas, mediante los conocidos como bonos verdes o sociales que deben de tener definido un objetivo para el cual se han emitido; mientras que alguna muestra de inversión, puede ser la modernización de sistemas productivos para la reducción de emisiones de las compañías de cualquier sector.
Cabe recordar que en el 2050 la Unión Europea pretende ser neutra en términos climáticos; es decir, la UE se ha fijado el objetivo de tener una economía con cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Este hecho fortalece lo indicado respecto a que las compañías deben de utilizar tanto la inversión como la financiación para lograr estos objetivos.
Lo que debemos de entender es que este término de sostenibilidad se debería tener integrado ya en el ADN de las compañías.
Todas y cada una de las empresas deberían de trabajar para tener un único objetivo: Ser rentables de una manera ética/sostenible, es decir, reduciendo las desigualdades y fomentando la prosperidad del mundo.
Pero aterrizando, todo esto al mundo real, hay que recalcar que: Naciones Unidas ha redactado la agenda 2030 en la que se definen 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (en adelante, ODS) que fomentan lo comentado anteriormente.
Las compañías, dependiendo de su naturaleza, pueden elegir estar enfocadas en unos u otros; pero hay algunos que son transversales como, por ejemplo, la igualdad de género.
Poniendo el foco en cómo la sostenibilidad puede aplicarse por ejemplo en un fondo de inversión, cabe indicar que existen muchos grados de implantación.
Algunos de estos vehículos de inversión pueden gestionarse en base a exclusiones.
Con esto me refiero a la prohibición de invertir en compañías pertenecientes a algunos sectores (por ejemplo: tabaco, bombas racimo, entretenimiento para adultos) otros en base a normas, refiriéndome a que las inversiones de estos fondos de inversión deben estar alineados con algunas normativas internacionales (Declaración de Derechos Humanos, Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo).
Cabe destacar que sobre la rentabilidad de las inversiones sostenibles existen muchos mitos, uno de ellos es “la inversión sostenible no es rentable”.
Para desmentir esto y poner en valor las compañías que hacen bien sus deberes, vemos en el gráfico inferior una comparativa en diferentes regiones sobre un índice sostenible (línea verde) y su homólogo sin tener criterios de sostenibilidad (línea gris).
Ustedes decidirán si el hecho de aplicar estos criterios en la inversión genera valor.
Por último…
Bajo mi punto de vista, el vértice sobre el que debe de girar toda la sostenibilidad de una empresa es el gobierno corporativo. Si no está comprometido en todas sus funciones, en principio debería tener mayores dificultades para hacer una gestión global de los otros dos aspectos.
Cerrando el artículo, me gustaría reforzar el mensaje destacando que la implantación de la sostenibilidad (en cualquiera de los tres aspectos que he comentado) en una compañía no se debe de considerar una carrera de velocidad sino de fondo.
Con esto me refiero a que estos cambios deben ser estructurales y en ningún caso coyunturales, es decir, de largo plazo y no de corto plazo. Además deben dejar “poso” en la compañía, para que desde que se establezcan pasen a formar parte de la filosofía empresarial de la compañía.