La primera pregunta que surge al afirmar que ChatGPT es el principio del próximo cambio evolutivo del ser humano es: ¿qué pasará cuando los humanos comunes sean sustituidos en las empresas por una capacidad intelectual superior?
Sabemos que a día de hoy existen empresas que tienen más sistemas robóticos que empleados, pero eso podría extenderse a otros sectores con programas de Inteligencia Artificial (IA) como ChatGPT, que han demostrado capacidades de trabajo “mental” y no solo autómata. En los mercados financieros los inversores han iniciado una carrera por posicionarse en las cotizadas que posean estos cerebros.
Si las próximas cifras de empleo vuelven a ser tan espectaculares como las del mes pasado, tal vez a nadie le importe si ChatGPT o cualquier otro software similar comienzan a cubrir el trabajo mental que solía estar reservado para los humanos. Por ahora, a muchos investigadores experimentados en IA les preocupa que, a corto plazo, pueda cambiar el equilibrio de poder a favor del capital, aumentando la desigualdad. En un mundo donde nos hemos acostumbrado a que sean los accionistas quienes sean dueños de las fábricas (y, más recientemente, de los robots) que desarrollan las cosas que necesitamos, la naturaleza revolucionaria de la nueva tecnología puede trastornar este paradigma de trabajo de una manera que no hemos visto con innovaciones anteriores.
IA, ciencia que ya no es ficción
Por ilustrar la situación actual, permítanme usar el ejemplo de ciencia ficción (por ahora) de la llegada del robot Terminator encarnado por Arnold Schwarzenegger y su “jefe” Skynet. La pregunta más práctica que preocupa a quienes estudian nuestra relación con los sistemas automatizados es: ¿serán realmente los humanos quienes controlen a las IA, o será al revés, como sucedía en la cinta de James Cameron?
La verdad es que el mundo capitalista se ha basado en ser propietario de una parte (acción) de una compañía o propiedad privada. Y los ejecutivos de industrias como la banca, los seguros, las farmacéuticas y la fabricación de automóviles ya están desarrollando estrategias de implantación de tecnología basada en IA en sus negocios. Algunos mercados como el asiático, de hecho, nos llevan casi una década de ventaja.
Un ejemplo. Cuando el gigante tecnológico chino Baidu anunció que iniciaría una versión propia, llamada Ernie Bot, el precio de sus acciones subió a máximos de 11 meses, a pesar del nombre ridículo de su IA. Microsoft dice que aprovechará su participación en ChatGPT para transformar su motor de búsqueda Bing.
ChatGPT, abierto y gratuito (hasta ahora)
Si bien el lanzamiento inicial de ChatGPT ha sido gratuito, lo que lo ayudó a volverse viral, OpenAI anunció recientemente que pronto lanzará una versión premium por 20$ al mes, preparando el escenario para diferentes niveles de acceso a cualquier ventaja que brinde. Algo que no debería sorprender ya que en la actualidad, los servicios de streaming (por suscripción) han permitido eliminar uno de los grandes problemas de los últimos 20 años en la creación de contenido audiovisual: la piratería.
Lo sorprendente de ChatGPT es que con una sola inmersión nos damos cuenta de cómo nos ha tomado a todos por sorpresa, incluso a los expertos en Inteligencia Artificial. Más o menos, sabemos que este tipo de cosas estaban a la vuelta de la esquina, pero la accesibilidad fácil (y sobre todo rápida) de usarlo -que permitió que casi cualquier persona con algunos conocimientos informáticos pudiera probarlo y comprobarlo- ha sido transformador.
Una legislación con ‘delay’
Llevamos años entrenando estos sistemas con el “Big Data” sin saberlo para nuevos usos. Tanto que probablemente los sistemas legislativos están a años luz de pensar en la mejor manera de regular estas empresas que ahora tienen mucho más valor que la propia riqueza de muchas economías. Si la legislación sobre criptomonedas lleva aproximadamente 10 años de retraso, ¿qué pasará con la legislación sobre las IA?
La explosión de interés en la nueva herramienta de IA accesible significa que millones de usuarios de ChatGPT están mostrando a los propietarios del software formas nuevas y potencialmente rentables de emplearlo. La inteligencia artificial debe ser regulada antes de que se salga de control. La historia muestra que las nuevas tecnologías tienen el poder de privar de derechos a algunos grupos de la sociedad y la propiedad del poder intelectual puede conducir a una transferencia de riqueza del trabajo a la empresa. ¿Cuáles son las implicaciones de la aparición repentina de una interfaz tan fácil de usar, que no solo es capaz de escribir sino planificar tareas para un robot físico, lo que permite seguir instrucciones dadas en un lenguaje sencillo?
Empleo potencialmente en peligro
A nadie sorprende ya una afirmación: la tecnología tiene el potencial de eliminar repentinamente categorías enteras de trabajo humano a un nivel que las máquinas, las computadoras y los robots no lograron. y en este contexto, más que nunca, las empresas buscarán nuevas formas de usar la poderosa herramienta para reemplazar el cada vez más costoso “coste humano” frente a un software cuyo coste puede ser una suscripción mensual.
Sin embargo, también debemos pensar que cuando nuestro círculo de confort puede versa en peligro o que sea necesario hacer más grande ese círculo de confort, con el tiempo los humanos encontrarán una manera de ganarse la vida haciendo las cosas que los humanos hacen mejor, con el punto negativo de que encontrar esa manera pueda llevar mucho tiempo.
La pérdida de empleos es real, pero a decir verdad, lo que más preocupa no es la pérdida de empleos sino el impacto potencial que puede tener sobre la desigualdad. Algo que ha coexistido con el ser humano desde la revolución industrial.
Máquina y humanos, eterno conflicto
Dado que la inteligencia artificial es propiedad del capital, existe la posibilidad de que una mayor parte de la productividad intelectual (beneficios) vaya a parar a los propietarios (accionistas). Pero incluso aquí se deberá diferenciar a los trabajadores entre ganadores y perdedores. Es decir, aquellos que pueden usar el poder de la nueva tecnología para mejorar sus ingresos y aquellos que no tengan las habilidades adecuadas (normalmente asalariados).
¿Existe realmente un beneficio agregado?
Lo cierto es que sí, al final, la tecnología por sí misma no es dañina o beneficiosa, sino el uso que se le de será lo que le atribuya esa característica. Por lo que la “acción humana” seguirá siendo fundamental respecto al uso o implantación de esta tecnología.