Estamos en un entorno donde las entidades financieras, viendo lastrada la rentabilidad de sus recursos propios, buscan formas de poder sobreponerse a la caída del margen de intermediación, otra fuente principal de sus ingresos, mediante fórmulas no novedosas pero sí cada vez más utilizadas: el cobro de comisiones por los servicios prestados. “Las carteras bajo mandato en un entorno de baja cultura financiera”.
Las carteras bajo mandato
Dentro de la oferta variada que ponen a disposición de sus clientes, encontramos las carteras asesoradas de fondos de inversión bajo mandato, donde el cliente delega la gestión de la cartera de fondos vinculada a un perfil concreto de riesgo previamente identificado.
La normativa MIFID II, entrada en vigor en 2018, la caída de las comisiones implícitas en los fondos y un entorno de bajos tipos de interés donde el ahorrador no encuentra soluciones para vencer a la inflación sin poner en riesgo el capital, hacen que las entidades hayan estandarizado este tipo de soluciones cuando, no hace tanto, sólo estaban al alcance de grandes patrimonios financieros.
Se ha hablado sobradamente del funcionamiento de las mismas dentro de su proliferación y no es menester de este artículo ni juzgar su calidad, idiosincrasia ni devenir, sino más bien hacer hincapié en su encaje actualmente en una sociedad a la que todavía le cuesta ver las ventajas frente a sus inconvenientes.
¿Cuál es su encaje actualmente?
El crecimiento de esta forma de inversión es una realidad palpable pero aún encontramos objeciones importantes a esta forma de proceder y una de las claves podría hallarse en las diferencias existentes entre la población susceptible de comprar dichas carteras.
Podría decirse que tenemos una sociedad partida generacionalmente, siempre ha sido así, pero en estos momentos la tecnología acelera esta separación y secciona la población entre aquellos que han nacido en un entorno binario de 1’s y 0’s, y los puramente analógicos que sellaban los acuerdos estrechando sus manos, manteniendo un grueso poblacional que vive y convive a caballo de ambos.
Querría desvincular mis comentarios de aquellos que ya están más familiarizados por poseer patrimonios que ya requerían de este tipo de soluciones en el pasado y preferiría centrarme en los nuevos subscriptores, aquellos susceptibles de adquirir este vehículo por primera vez.
Los ‘binarios’
Huelga decir que los ‘binarios’, las generaciones más jóvenes, en un entorno más focalizado al consumo y con bajos niveles de ahorro, carecen en muchas ocasiones de los capitales suficientes para formalizar estos vehículos de inversión a pesar de haber bajado los niveles de entrada.
Por su predisposición al distanciamiento y a la digitalización, sería un buen producto que a largo plazo podría rentabilizar esos ahorros ya que no requieren de mucho seguimiento y delegan el 100% de la gestión en la gestora de fondos, pero muchas veces deben resignarse a una asignación ‘estática’ más o menos estándar que el banco les propone en función del riesgo que deciden afrontar.
Dado que son bajos importes y sabiendo que el seguimiento requiere de un tiempo no remunerado, se acaban dejando los importes invertidos al azar de los acontecimientos esperando que las buenas elecciones de la gestora de turno, haga el resto.
La generación analógica
La generación analógica, con los ahorros de su vida laboral capitalizados por antiguos depósitos y plazos fijos, y en ocasiones, escarmentados con los sucesos de algunas inversiones en el pasado, no conciben depositar toda la confianza en la entidad financiera y menos aún a cambio de unas comisiones que no logran entender a qué se deben ya que los servicios financieros, para ellos, siempre han sido pseudo gratuitos poniendo sobre la mesa de negociación, el colchón de sus domicilios como alternativa para el abrigo de sus caudales.
Buscan la cercanía y proximidad y el hecho de recibir mucha información a distancia como forma de seguimiento a sus inversiones les hace darse cuenta de cuán lejos están de entender qué es lo que sucede con su dinero y acaban rindiéndose a la única variable que conocen, la rentabilidad, desdeñando las decisiones que velan para que ésta luzca.
Baja cultura financiera
En definitiva, la baja cultura financiera, la desconfianza en el sector, los cambios constantes en las personas de contacto hacen que todavía cueste sobremanera introducir este tipo de vehículos en esta generación ahorradora.
Aún queda mucho camino que recorrer pero en mi humilde opinión la solución está cerca del día a día de los actores que comercializan dichos vehículos y del grueso de la población que, sin estar sesgada totalmente por la era analógica, es capaz de seguir y comprender la nueva era digital.
Una buena preparación de los asesores, que invite a traducir a un lenguaje cercano los entresijos de dichas carteras, explicando y poniendo en valor el trabajo de gestión que hay detrás y llevando de la mano a los clientes con un seguimiento disciplinado, deberían ser las claves de la bonanza y divulgación de esta , cada vez más común, forma de invertir los ahorros a largo plazo.
Échale un ojo al perfil profesional de Jordi Delgado Martínez.