En el mundo de las inversiones, cuando se trata de gestionar, han convivido casi siempre de forma civilizada diferentes corrientes, filosofías o estilos. Entre ellas, las dos más destacadas son la filosofía de valor o value y la de crecimiento o growth. Existe una denominada blended pero que se ha convertido en irrelevante, a efectos de marketing, frente a las otras dos.
Dependiendo del momento del ciclo económico, una de las dos orientaciones está más o menos de moda que la contraria. También depende del desempeño de las mismas en ejercicios anteriores, o la consistencia en resultados -en forma de puntos de rentabilidad extra- frente al estilo contrario.
Como en cualquier confrontación, las fuerzas de ambos ejércitos de gestores andan, a veces parejas, a veces desequilibradas.
En cualquier caso unos y otros defienden su gestión con animosa verborrea y profusión de datos histórico-numéricos.
¿Qué es el estilo de inversión Value?
En la balanza del ímpetu defensivo de lo propio, el equipo value, destaca por su vehemencia desde que el estilo fue adoptado con fervor por una extensa corte de gestores patrios. En España, el “virus” value nos fue inoculado por nuestro gestor estrella: Paramés y su gestora Bestinver. Creando una escuela española de gestores value que engrosa cada año sus filas a un ritmo trepidante.
Pese a ello, el movimiento value, un estilo de inversión que se caracteriza por buscar acciones de compañías con precios infravalorados y un potencial de apreciación supuestamente no reconocido por el mercado, no ha demostrado aún su carácter incontestable. Por mucho que les pese a los hiperventilados fans del Dios del value: el octogenario Warren Buffett.
Seguidores del Value: ¿Conocimiento o fanatismo?
Entre los practicantes de la filosofía growth o crecimiento, no se detecta esa idolatría caudillesca tan propia del poseedor de la verdad total que sí blanden los defensores del fenómeno value. En España, se ha extendido la moda por lo transpirables que somos a fenómenos foráneos, y es evidente que hemos sucumbido sin freno al irresistible atractivo de cualquier cosa que lleve el sello value.
Hoy por hoy, si no eres defensor a ultranza del value, de los gestores estrella value, o de su filosofía invencible, estás a años luz del nirvana financiero.
Desde un punto de vista filosófico y científico, la convivencia de diferentes puntos de vista enfrentados entre sí, no es un hecho extraño, pero no es fácil de entender que seres inteligentes no sean capaces de llegar a un acuerdo para discernir qué camino filosófico inversor es el más adecuado, o al menos descubrir un denominador común válido entre ambas escuelas de gestión.
En conclusión: No es oro todo lo que reluce…
La conclusión ecuánime es que en estilos de inversión no se puede afirmar que uno sea mejor que otro, ya que no existe suficiente historia, datos y evidencia que lo validen.
No estamos ante una evidencia científica sólida, más allá del mejor desempeño a muy largo plazo de los mercados de acciones, frente al de otros activos financieros.
Cómo decía arriba, no creo en fórmulas de inversión mágicas ni infalibles. Es por ello que conviene ser selectivos con gestoras y gestores value, pues ni mucho menos es oro todo lo que reluce. Escoger lo mejor de cada casa en el momento oportuno, disciplinando creencias y dotándolas de una sistematización racional, será lo más eficiente.
Así pues, larga vida al value mientras crea que reparte cartas ganadoras y que los gestores crecimiento o los blended (mixtos) sigan trabajando a la sombra del coloso. Un coloso que a larguísimo plazo siempre será tal, pero que a medio plazo igual sufra del mal que aflige históricamente a demasiados gigantes: unos inmensos pies de barro.
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