Desde luego, ¡quién iba a pensar en los años ochenta que el concepto de inversión sostenible sería capaz de movilizar no sólo consciencias y posteriormente instituciones, sino también empresas sujetas a la obtención de rentabilidad! Esta nueva manera de comprender la realidad, que lleva acompañándonos más de treinta años, ha hecho cambiar ciertos hábitos. Por lo menos, ha dado cabida a mostrar unas inclinaciones muchas veces más saludables para el planeta y para nosotros mismos.
Estos nuevos hábitos dan lugar a una demanda diferente en los mercados, y a una regulación que no es más que la oficialización de una consciencia social que tiene cada vez más en cuenta a las personas y al planeta, sin olvidar la relación clave de ambas con el aspecto financiero. Recordemos la tríada “People, Planet & Profit”, que como tal, resulta de conceptos especialmente vinculados entre sí.
Estos tres pilares de la sostenibilidad social, ambiental y económica, se trasladan al ámbito de la inversión en forma de unos parámetros que son el ambiental, el social y el de buen gobierno (ASG), características que deben analizarse y aplicar en la decisión de inversión en función de su relevancia financiera.
¿Qué alcance tiene la inversión sostenible?
Aunque el interés por la IS crece cada día, existe una percepción errónea que los números alcanzados en estos últimos años van disipando, y es el hecho de que utilizar factores ASG en los procesos de inversión merma la rentabilidad. De hecho, hoy en día existen infinidad de pruebas que demuestran que la IS puede mejorar la rentabilidad.
La idea de que apostar por la IS reduce la rentabilidad se debe a la percepción de que al perseguir un cierto ideal hay que renunciar a parte del rendimiento. Es cierto que, en determinados casos, adoptar prácticas sostenibles conlleva costes.
Por ejemplo, las empresas de energía que cambian sus modelos de negocio basados en combustibles fósiles tienen que invertir miles de millones en nuevas infraestructuras de carácter renovable. Y si no, menos contaminantes, como el gas natural.
Comprobar que en las cadenas de suministro de una empresa no se utiliza mano de obra infantil o forzosa puede resultar caro. Esforzarse para contratar a más mujeres o a miembros de minorías étnicas igualmente puede consumir, a día de hoy, tiempo y recursos no contemplados inicialmente.
Sin embargo, observar los parámetros ASG funciona. El principal motivo de ello es que la esencia de la integración de criterios ASG consiste esencialmente en analizar los aspectos con relevancia financiera. Aquellos que repercuten directamente sobre los beneficios financieros. Esto supone, por ejemplo, considerar la contaminación como un riesgo para la empresa contaminante. Considerando que ésta puede sufrir sanciones o tener que asumir costes de limpieza, y no tanto por sus efectos sobre la calidad del aire.
Beneficios de integrar criterios ASG de inversión sostenible en tu empresa
Las empresas con factores sociales o de gobierno corporativo desfavorables terminarán por ofrecer una evolución peor que las que cuentan con el talento y la gestión adecuadas. Se trata de aspectos financieros, no emocionales.
En los últimos años se han publicado muchos estudios relacionados con este “valor añadido”. Recordemos únicamente un estudio de 2015 en el que se analizaron más de 200 fuentes, incluidas investigaciones académicas, informes sectoriales, prensa y bibliografía. Su conclusión fue que “el 80% de los estudios analizados demuestran que las prácticas prudentes en sostenibilidad ejercen una influencia positiva sobre la rentabilidad de las inversiones”.
Así pues, existen multitud de ejemplos de que la adopción de principios de inversión sostenible no sólo no resta sino que a menudo suma. En todo caso, no supone merma alguna de la rentabilidad, como algunos sugieren.
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