Tras la merecida pausa estival, el paso de los días ha dado el pistoletazo de salida al vendimiario Septiembre. Mes que atisbando el equinoccio de Otoño, anuncia el inicio del curso escolar, la depresión post vacacional, el ingreso de las tarjetas de crédito en la UCI y el presagio del peor mes – en términos de comportamiento bursátil histórico – del año.
Y es que la vuelta de vacaciones no suele sentarle bien ni a los humanos ni a los mercados. Para estos últimos, desde 1950 atendiendo la evolución del índice S&P 500, los rendimientos septembrinos pintan más bastos que oros y en no pocos casos ha servido de pista de despegue para hacer bueno el estigma apocalíptico de los meses de Octubre.
Una y otra vez los mercados caen, en Otoño. Un fenómeno repetitivo que convierte a Septiembre en un camino de espinas y dolor económico más propio de Semana Santa penitencial que de carga de energías post vacacional.
Tipos de teorías que explican la “debacle” de septiembre
El hecho de que esto suceda de forma recurrente y sin justificación empírica ha actuado como estímulo potenciador de teorías explicativas de todo tipo al respecto.
- Pintorescas: como las que vinculan el número π a la producción de estos fenómenos. Estos acontecerían cíclicamente cada 3.141 días coincidiendo con el valor del guarismo euclidiano
- Estacionales, como las que lo asocian al fin del verano boreal
- Conductuales, que lo explican como un comportamiento irracional potenciado por la psicología de las masas
- Económicas – las menos imaginativas -, que vinculan la siniestra estacionalidad que caracteriza los promedios históricos de Septiembre con patrones de comportamiento de gestores e inversores. Al reordenar carteras vendiendo activos en aras de posicionarse para afrontar con alguna garantía positiva, el último trimestre del año.
La explicación del fenómeno sea probablemente una mezcla de todo eso y de un conjunto de circunstancias puntuales que, casual e históricamente, han precipitado lo peor de los acontecimientos en esas fechas.
Puede que Septiembre sea el tiempo en el que se ajustan las cuentas de los excesos del año. Y que sirva de mecha que catalice temores que siempre están ahí por debajo de lo evidente. O que la mala casualidad y la oscura presencia de las desgracias inversoras le tengan adictiva simpatía.
Sea como sea, la ineludible llegada de Septiembre, o peor aún la de Octubre y su leyenda de mes de destrucción masiva, no nos la evitará nadie. Así que afrontémosla con buen talante y actitud positiva. Los mercados subirán, bajarán o se despeñarán, pero lo que está garantizado es que ni Septiembre ni Octubre, durarán siempre.
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