Para hablar de la importancia de la educación financiera en los jóvenes, nada como bucear por Twitter, ahora X, donde hace unas semanas participé en un hilo de esos que es mejor no alimentar. Ya se sabe que los haters de las redes sociales son más terribles que un cara a cara en el peor barrio de la ciudad.
El texto que me decidió a dar mi opinión no solicitada venía a contar el drama que le había sobrevenido a una persona ficticia (Ana) en el momento de hacer su declaración de la renta, teniendo en cuenta que con 30 años había decidido iniciar un plan de pensiones para completar su jubilación aportando 50 euros mensuales. Ana ha de pagar 30.000 € de impuestos por retirar su propio dinero.
En concreto, en el tweet se hablaba “de los 100.000 euros ahorrados de Ana” y mi primer tweet consistió en preguntar cómo se podía obtener esa cantidad de dinero en 35 años ahorrando solo 50 euros al mes. “Interés compuesto” fue la repuesta de la autora del tweet y de gran parte de sus seguidores y acólitos.
Cálculos en duda
Yo hice un cálculo y también lo colgué en el hilo del tweet: no me salían los 100.000 euros. La cosa (las aportaciones más los intereses) se quedaban en 40.004,41 euros, y me replicaron que no había calculado bien la rentabilidad en euros y volvían a contestarme que había aplicado el interés simple en lugar del interés compuesto. No era ese el punto.
El caso es que yo había aplicado una rentabilidad media estimada del 3,65% (en interés compuesto, claro) y la autora del tweet, y su pandilla de fans, el cálculo lo hacían con un interés estimado del… 7%. La discusión continuó e insinuaron que si el plan de pensiones de Ana hubiese estado indexado al índice del S&P la rentabilidad hubiese llegado al 8,5% y que el 7% incluso era una estimación a la baja.
Los números no dan…
Bien, yo no he encontrado ningún plan de pensiones indexado al S&P 500 que estuviese constituido en 1988. Sí he tropezado con el índice de referencia “S&P Europe 350” constituido en 1998 (nueve años después de que Ana comenzase su hipotético plan de pensiones, porque ahora ya hay que hablar de hipótesis y supuestos, referenciado al S&P).
Y si lo hubiese encontrado, dudo que la rentabilidad media hubiese estado ni tan solo al 7%. De hecho, el informe IESE Business School Working Paper 4372118 de marzo de 2023 nos dice que la rentabilidad media de los fondos de pensiones en España durante los últimos 15 años fue del 1,1%. Inferior a la del índice S&P, que fue del 8,8%. Que solo tres fondos tuvieron una rentabilidad superior a la del S&P 500 y que 47 fondos tuvieron una rentabilidad negativa. Pero puede ser que Ana tuviese uno de los planes de pensiones de los buenos, si no la historieta no se sostiene.
Los peligros de la desinformación
Quizá el tweet tan solo tiene la intención de crear alarma y animadversión contra la función recaudadora del estado. Al fin y al cabo no se habla nada de todo lo que Ana se ha deducido, año tras año, con sus aportaciones. Ni de que en el momento del rescate lo que se está produciendo es una devolución, aproximada, de los beneficios fiscales disfrutados. Ni tampoco se informa de la reducción del 40% que podría obtener Ana sobre el rescate de los fondos aportados antes de 2006.
O de que se puede obtener una gran rebaja fiscal si en lugar de rescatar su dinero en forma de capital se rescata en forma de renta periódica (puede pasar de tributar del 46% al 24%, poca broma). Cero asesoramiento financiero.
Y es que al final, disfrazado de consejo fiscal, lo que esconde este tweet es (otra) proclama populista que aúlla en contra de los impuestos. Y no solo por falta de solidaridad, es manipulación y tergiversación de los datos para conseguir sus objetivos de desinformación.
Educación financiera y jóvenes
Esto podría quedar en una anécdota fruto de trastear en Twitter un día de verano, pero me hace pensar que la educación financiera, sobre todo entre nuestros jóvenes, es muy necesaria.
Después de la crisis de 2008 el mundo financiero cambió. De todos es sabido que se implantó a nivel europeo la normativa MiFID y finalmente está se transposicionó a la legislación española. El contenido de la formación, con su reciclaje, y el aprendizaje continuo de las nuevas normas que los profesionales de la inversión y el asesoramiento financiero hicimos fue titánico.
Pero quedó por completar una parte importante de esta reconversión del sector financiero: la divulgación económico-financiera a estratos de la población que si bien no están directamente relacionados con las transacciones financieras, sí son usuarios o, lo más importante a mi parecer, futuros usuarios.
¿A quién interesa la educación financiera?
Está claro que la responsabilidad primera de hacer pedagogía es de la Administración, de los poderes públicos que deberían preocuparse, aún más, de proteger la población vulnerable de posibles estafas financieras y ayudarlos a hacer una mejor previsión económica. En este sentido, las entidades financieras y las aseguradoras tienen la responsabilidad de hacer divulgación de la economía entre esta parte de la sociedad que es usuaria. Y también los asesores financieros que en ellas trabajamos. Pienso en muchos motivos que pueden reforzar esta idea y en tres grupos de público objetivo:
1. Parejas, juntas o revueltas
En primer lugar, a menudo nos encontramos con parejas que se separan y es en ese momento en el que uno de los dos se da cuenta del absoluto desconocimiento de su situación financiera. Ni es sabedora de lo que tiene, de cómo se gestiona, ni es capaz de entender, en esos momentos de sentimientos turbios y emociones a flor de piel, lo que le espera gestionando su propio patrimonio. Por descontado, y por suerte, no es así siempre. Pero demasiadas veces, más de las que sería deseable, ha pasado. Este sería uno de los segmentos de población al que sería conveniente enfocar las sesiones de divulgación financiera básica.
2. Los jóvenes
Otro sector de la población que se encuentra claramente desprotegido frente a los tecnicismos y la complejidad del mundo financiero es la juventud. Que también podríamos argumentar que como no van a tomar ninguna decisión trascendentalmente económica a corto plazo, no necesitan tanta protección. Pero es que precisamente este segmento es el que más expuesto está a las estafas financieras. Es muy común ver en redes sociales como Instagram o TikTok ofertas tentadoras de dinero fácil e historias de éxito que esconden monumentales estafas. Como mínimo, de planteamientos un poco demasiado anarco-capitalistas como el caso del plan de pensiones de Ana del que hablaba más arriba.
Recientemente encontré en una cuenta de Instagram una serie de vídeos con historias de jóvenes que querían ser ricos y relataban cómo de bien les había ido en la vida adoptando una actitud “de ganadores” alejada del comportamiento conformista y dócil de sus padres. Típica técnica de manipulación, usada habitualmente por las sectas, que consiste en separar emocionalmente a la víctima de su entorno familiar para captarlo para sus propósitos; en este caso la venta de cursos de trading y gestión de valores en bolsa que los enriquecerían casi instantáneamente.
3. El resto de la gente. ¡Todos!
El tercer grupo vulnerable está formado por: el resto de la gente. Porque, ¿a quién no le afecta la inflación? ¿Quién no ha de negociar una hipoteca eligiendo entre tipo variable o tipo fijo? ¿Quién no está afectado por la incertidumbre de las pensiones futuras? ¿Cuál sería la mejor manera de invertir nuestros ahorros? ¿Cuál es el sentido de pagar impuestos? Cualquier persona que tenga un estatus de usuario financiero en el mundo real (nómina, pensión, cuenta bancaria, seguros diversos, etc.) recibiría de buen grado una formación financiera básica si pensara que le puede ayudar en la toma de decisiones financieras importantes a lo largo de su vida.
Una lectura recomendada
Para este segmento de gente diría que es muy recomendable el libro “Toda la cultura financiera que no te enseñaron en el colegio: un manual sencillo de economía para entender cómo funciona el mundo y saber qué hacer con tu dinero” (Deusto), de María Vega, periodista especializada en información económica. Aspectos como la deuda pública, las variaciones del tipo de interés de los Bancos Centrales, la reforma laboral, la subida del SMI… son algunos de los aspectos genéricos que la autora desgrana en su libro.
Yo considero prioritario centrarme en el segundo bloque de público objetivo: los jóvenes. Y haciendo valer los conocimientos que los asesores financieros tenemos gracias a la formación MiFID y su actualización anual en cursos de reciclaje, acudiría a su terreno: los centros educativos, donde los tendríamos de público cautivo con la complicidad del profesorado y, puede ser también, de sus familias.
Educación financiera, tantas cosas por aprender…
Tomando como referencia el material de la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito (UNACC), por ejemplo, les hablaría de la economía en casa (cómo hacer un presupuesto, definir el concepto de ahorro), les explicaría el funcionamiento de los préstamos (el sentido de financiar cosas razonables), la inversión responsable (que además de tener como determinante el perfil de riesgo, la liquidez de las inversiones, el horizonte temporal y la rentabilidad tuviese en cuenta otras variables como la gestión responsable y respetuosa con el medio ambiente de las empresas en las que invertir) y la economía circular (explicando aquello de las 4R: reciclar, reutilizar, reducir y reparar).
Se podría ampliar la charla introduciendo aspectos sociales, medioambientales y de buenas prácticas financieras. Dándoles información genérica de cultura económica. Cosa generales como el PIB, la tasa de paro, la inflación o la diferencia entre el TIN y el TAE de un préstamo.
Es realmente un trabajo de voluntariado que costaría muy poco de hacer y en el que bien seguro los asesores financieros lo tendríamos relativamente fácil para llevar a cabo.