Hace veinte años que me dedico al asesoramiento financiero. Veinte años, ni uno más ni uno menos. Veinte años y en lo financiero, una auténtica montaña rusa de vivencias personales en un in-crescendo continuado de vértigo y cataclismo.
El colapso del fondo financiero Long-Term Capital Market saludó mi bautismo en finanzas hacia 1998. La debacle de las empresas puntocom del año 2000 apuntó maneras de fin del mundo tal y como lo conocíamos. La trágica rúbrica de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 abrió las puertas del abismo a lo desconocido.
En unas semanas más estallaría el escándalo de Enron que prolongaría la crisis de las hipotecas subprime a partir del año 2006 y el apocalipsis de Lehmann Brothers en el 2008. Después, la crisis total. El mundo en caída libre y las heridas sangrando sin suturas posibles. Diez años de derrumbe, quiebras sucesivas, políticas económicas irreconocibles, etc.
Durante estos veinte años, en los que todo ha pasado, han permanecido siempre inalterables algunos elementos de nuestra industria: los chiringuitos financieros y el intrusismo profesional.
Y pese a parecer normal, la coexistencia de profesionales regulados con peligrosos aficionados y advenedizos no debería serlo. Tampoco la actitud de mirar hacia otro lado que sólo da alas a la multiplicación y la impunidad de estos curanderos de las finanzas y a sus gabinetes de destrucción masiva de ahorros.
Chiringuitos financieros e intrusismo profesional van cogidos de la mano. Se retroalimentan y generalmente son una desgraciada pareja de baile con la que nos tocó y nos toca convivir. Este tándem letal merece ser estigmatizado con un palabro que resuma el fenómeno. “Chiringuismo”, podría ser el adecuado.
Contra el chiringuismo, todos a una: profesionales, clientes y autoridades supervisoras
Desde la profesión no nos deben doler prendas y debemos poner en conocimiento inmediato del regulador (la CNMV) a las entidades no registradas ni supervisadas.
Los intrusos constituyen un cáncer para nuestra profesión, un peligro cierto que confunde a los inversores y una intolerable injerencia por parte de aquellos cuyo único fin y código deontológico es su propio beneficio.
Desde el punto de vista de los clientes no cabe más que recordar la imperiosa necesidad de extremar la prudencia. Nunca debería conformarse con poca o poco clara información y antes de casarse con nadie, preguntar y acudir a los registros oficiales. Así podrá comprobar si individuos o entidades están registrados y supervisados adecuadamente.
Por parte del supervisor y pese a la falta de medios económicos para desarrollar su labor de inspección y sancionadora se están dando pasos en el buen sentido y las iniciativas de supervisión y control se están multiplicando de un tiempo a esta parte.
En España, el regulador advierte por tierra, mar y aire digitales y con continua regularidad –valga la redundancia- de la infinidad de entidades no registradas que operan en nuestro país.
En principio, pues, no cabe ya ese intrusismo descarado que campaba a sus anchas de antaño. Si todos nos confabulamos contra el chiringuismo en una suerte de Fuenteovejuna financiera, todos saldremos ganando y en poco tiempo. Prácticas ilícitas y entidades piratas pasarán a ser una anécdota de una época pasada en la que la desinformación y la falta de control de la profesión favorecían su peligrosa multiplicación.
De esta forma todos ganaremos en tranquilidad y el sector ganará en prestigio, seguridad y confiabilidad. Esperemos no tener que esperar veinte años más para hacerlo realidad.
Puedes leer este artículo en ElIndependiente
¿Te ha gustado este artículo? ¡Gracias por compartirlo! 😉
Carlos de Fuenmayor
Certificación EFPA European Investment Practitioner (EIP)
TW: @cdefuenmayor