Inflación y ahorro, ahorro e inflación. Dos fuerzas económicas que guardan una estrecha relación, aunque no precisamente estén condenadas a entenderse en el mejor de los sentidos. Más bien lo contrario. Cuando aumentan los precios de forma sostenida, desciende el poder adquisitivo y con él, nuestros ahorros.
En el escenario económico actual, inflación y ahorro se han convertido en enemigos íntimos. Cuando el primero se dispara, el segundo se resiente. El resultado de esta combinación explosiva es que muchas personas ven cómo con el -solo aparentemente- mismo dinero, tienen en realidad menos, un fenómeno que analizamos con motivo del Día Mundial del Ahorro.
¿Qué es la inflación y cómo se mide?
La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un determinado período de tiempo. Cuando la inflación aumenta y el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos bienes y servicios.
Una medida frecuente de la inflación es el índice de precios, que corresponde al porcentaje por año de la variación general de precios en el tiempo. El más común es el índice de precios al consumidor (IPC), una tasa que el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica mensualmente. El IPC lo que hace es medir la evolución del nivel de precios de los bienes y servicios de consumo adquiridos por los hogares españoles, tomando como referencia los precios de 479 artículos que componen una cesta de la compra tipo.
Cuando la inflación prevalece, como estamos viendo en los últimos meses, las familias tienen menos capacidad para hacer la cesta de la compra o hacer frente al pago de las facturas. Es decir, el dinero pierde valor, ya no vale lo mismo, por lo que la capacidad adquisitiva de los ciudadanos se ve resentida. Para evitar que esto suceda, vaya por delante una premisa: nada de guardar el dinero debajo del colchón.
Impacto en el ahorro y las inversiones
Ante la inflación sostenida, es esencial que las personas consideren estrategias para compensar el descenso o incluso poder mejorar su rentabilidad. Es decir, que pongan a trabajar parte de sus ahorros, para lo que resulta imprescindible contar con asesoramiento profesional cualificado que determine las mejores estrategias.
Diversificar, contemplar inversiones indexadas a la inflación y pensar en el largo plazo puede ayudar a protegernos de los efectos más agudos de la inflación. También en activos que, como los bienes raíces, obras de arte o metales preciosos, suelen, por lo general, estar ‘a salvo’ de los efectos más perversos de la inflación.
En este escenario, la planificación financiera es esencial para garantizar que la inflación no socave los esfuerzos de ahorro de las personas y sus planes para el futuro.