El ahorro es algo tan común como inherente a la condición humana, pero no exclusivo. Con motivo del Día Mundial de Ahorro, revisamos su origen, su evolución y algunos hitos que lo han llevado a ser lo que hoy es: una pieza fundamental en nuestro modo de vida.
¿Qué fue antes: el dinero o el ahorro? ¿Desde cuándo ahorramos? ¿Qué fue lo primero que ahorramos? ¿El ahorro es exclusivo del ser humano?
Cuando hablamos de ahorro, lo hacemos de previsión. De aplicar una mirada largo-placista y barajar posibles medidas que nos ayuden a hacer frente a posibles imprevistos o eventualidades, como guardar una parte de la cosecha. El acopio de alimento que las hormigas realizan antes de que llegue el frío no es sino una forma de ahorro presente en la naturaleza y el objetivo que persigue no se diferencia en nada al que perseguimos nosotros: la tranquilidad y, por supuesto, la supervivencia.
Del cántaro al Monte de Piedad
Acumular excedentes de recursos, alimentos y bienes es una práctica que se remonta a las civilizaciones más antiguas. En el antiguo Egipto se han hallado alcancías donde se guardaban monedas y objetos de valor. Estas vasijas, que eran comúnmente de barro, contaban con una hendidura estrecha en la parte superior -como una hucha- y constituyen una forma de ahorro. Lo mismo pasaba en Grecia y Roma, que almacenaban oro y plata, entre otros bienes considerados de valor en la época, como grano o especias.
Con la llegada del dinero como ‘moneda de metal’ -hace unos 5.000 en Mesopotamia- se fijaron unidades de medida, y los trueques dejaron cada vez más paso a las operaciones comerciales. En la Edad Media, muchas personas (en Europa) empezaron a guardar los ahorros en monasterios o en instituciones religiosas, donde se aseguraba la custodia segura de sus bienes. Hablamos de los Montes de Piedad, instituciones que jugaron un papel importante en la evolución del concepto de ahorro y préstamo.
Precursores del ahorro
Los Montes de Piedad se consideran precursoras de las instituciones financieras modernas, como las cooperativas de crédito y las cajas de ahorros, ya que promovían el ahorro y proporcionaban a las personas una alternativa asequible para obtener crédito en comparación con prestamistas privados que cobraban tasas de interés más elevadas. Ya en el siglo XVII, aparecieron los bancos, que ofrecían un interés a cambio. Es decir, algo así como una recompensa por el ahorro. Las personas podían ver que su dinero crecía con el tiempo, lo que incentivaba el ahorro a largo plazo.
Ahorro seguro
Con la llegada del siglo XX, llegó también la primera gran crisis financiera. La Gran Depresión que ponía fin a los felices 20. Cuando el mercado colapsó aquel martes negro de 1929, miles de personas perdieron sus ahorros y la confianza en los bancos, muchos de los cuales habían quebrado. ¿Cómo recuperarla? A través de los Seguros de Depósitos, que garantizaban los depósitos bancarios hasta cierto límite, brindando seguridad a los ahorros de las personas.
Con la consolidación del estado de bienestar llegó el momento de fomentar el ahorro entre las personas mayores. En algunos países, la Seguridad Social se convierte en un pilar importante en la planificación de la jubilación, proporcionando beneficios financieros respaldados por los gobiernos. En Estados Unidos, los planes 401(k) por ejemplo, permitieron a los trabajadores ahorrar para la jubilación a través de deducciones automáticas de sus salarios.
¿Jubilación asegurada?
A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, surgen preocupaciones sobre la capacidad de los sistemas de seguridad social y los planes de jubilación para proporcionar una jubilación segura. El envejecimiento de la población pone en valor la necesidad de una planificación financiera personal. A medida que las opciones de inversión se diversifican, surgen nuevos instrumentos financieros para financiar la jubilación, incluyendo inversiones en bienes raíces, acciones, bonos, y otros vehículos de inversión.
El ahorro, en definitiva, ha sido y es una parte fundamental de la vida de las personas a lo largo de la historia de la humanidad. Desde las antiguas alcancías o huchas hasta los planes de ahorro, en momentos de incertidumbre, la capacidad de ahorrar es la mejor herramienta al alcance de los hombres para asegurar su tranquilidad en el largo plazo.