El 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud en los términos en los que podemos imaginar: un derecho básico e universal que, de hecho, conmemora el día que se fundó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948. Pero, ¿qué pasa cuando hablamos de salud financiera?
Si nos ceñimos a la definición de la organización que la promulga y defiende, veremos que «la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Una premisa sobre la que, si nos fijamos, también puede entenderse la salud financiera, que es lo que hoy nos ocupa y sobre lo que queremos poner el foco.
La salud financiera es un estado de bienestar en el que una persona, empresa o entidad mantiene una situación financiera estable y saludable. Esto significa que puede cubrir sus gastos regulares, manejar las deudas de manera efectiva sin comprometer su tranquilidad, ahorrar a medio o largo plazo y estar preparado para emergencias financieras inesperadas que puedan surgir.
Una persona con una buena salud financiera tiene capacidad para alcanzar sus metas financieras, como la compra de una casa, el ahorro para la jubilación o la creación de un fondo de emergencia. Pero sin salud financiera nada de eso es posible o no al menos en el tiempo y términos razonables.
Ese estado (de salud financiera) no viene dado por ciencia infusa. Se trabaja, igual que la salud física se ve favorecida por una dieta saludable, la práctica de ejercicio regular y los buenos hábitos -o empeorada por la ausencia de los mismos-.
A la salud financiera le pasa absolutamente igual. Subir las escaleras y no coger el ascensor es el equivalente a reducir los gastos innecesarios, no comprar de forma compulsiva o revisar las cuentas de forma regular, por lo que nada mejor que recuperar y reivindicar esos pequeños hábitos o ‘ejercicios’ que protegen nuestra salud financiera para celebrar este día.
Estos son algunos consejos que te ayudarán a tener una salud financiera de hierro:
- Elabora un presupuesto. Nada puede funcionar si no sabemos cuánto tenemos, cuánto ganamos y cuánto podemos gastar. Un presupuesto semanal, mensual o trimestral nos ayudará a controlar los gastos y evitar compras impulsivas.
- Ahorra una parte de tus ingresos. Bien para poder hacer frente a imprevistos o eventualidades con un fondo de emergencia (para algunos un colchón, para otros un cojín) o bien para alcanzar metas a largo plazo, como comprar una casa o planificar la jubilación.
- Mantén la disciplina en tus finanzas personales. De poco sirve correr 5 kilómetros durante una semana si el resto del mes no somos capaces de subir tres escaleras. La constancia es el mejor aliado.
- Establece metas financieras realistas. Ser millonario no es una meta, es un sueño. Definir objetivos debe ir acompañado de un plan para alcanzarlos progresivamente en un plazo de tiempo determinado.
- Revisa tus finanzas regularmente. Revisa tus cuentas bancarias, recibos y gastos y cobros regularmente para asegurar que todo está donde tiene que estar. Esto te ayudará a tomar decisiones informadas sobre tus finanzas.
- Aprende sobre finanzas personales. La educación financiera juega un papel clave en el progreso de la sociedad. Invertir tiempo en aprender sobre finanzas personales nos coloca en una mejor posición a la hora de tomar decisiones informadas.
- Busca asesoramiento financiero. Para poner tu dinero a trabajar y no solo a ocupar un espacio ‘pasivo’ en tu economía. Para ello, los asesores financieros certificados son los profesionales encargados de trazar estrategias ajustadas a tus necesidades y objetivos.