Hoy, hace justo un siglo, tuvo lugar el primer Congreso Internacional del Ahorro. Fue en Milán y tenía un objetivo claro: “promover el ahorro como una clave para la seguridad financiera y la independencia“. Hoy son muchos quienes reivindican la necesidad de evolucionar el concepto, alejándolo de la mera acumulación y acercándolo a la rentabilidad y el crecimiento.
Si hacemos un viaje en el tiempo, el 31 de octubre de 1924 nos hayamos en un momento de relativa bonanza (aunque con matices) en un mundo que dejaba atrás los estragos de la primera Guerra Mundial. En aquel primer Congreso Internacional del Ahorro participaron representantes de más de 27 países e intervinieron 350 figuras destacadas de instituciones financieras y organismos gubernamentales de cada país. ¿Quién organizó? El Instituto Internacional de Cajas de Ahorro, hoy conocido como el Instituto Mundial de Cajas de Ahorro y Bancos Minoristas (World Savings and Retail Banking Institute, WSBI por sus siglas en inglés) y que hoy preside Isidre Fainé.
Esa idea -fomento del ahorro- que sustentó aquel primer congreso y los que siguieron (el más reciente en París, en 2022) quedó ya para siempre anclada a esta fecha, y ya van 100 años. Por eso hoy, Día Mundial del Ahorro, sigue siendo un día dedicado a concienciar sobre su importancia, especialmente del ahorro que va más allá de la mera reserva de una parte de los ingresos para ser utilizados en el futuro para cubrir necesidades o hacer frente a imprevistos.
El ahorro que ‘salva’
Es cierto que en el imaginario común, el ahorro suele visualizarse como un simple acto de guardar dinero “por si acaso”. Sin embargo, en el mundo de las finanzas personales, el ahorro es mucho más que eso: es aprender a tomar decisiones basadas en nuestros valores y metas, que tengan un impacto duradero y positivo en nuestra estabilidad financiera y en nuestra calidad de vida. No es casualidad que el término en inglés (savings) tenga -como explican en la web de su origen a principios del siglo XIV, simbolizando ‘salvación’, una forma de protegerse de las incertidumbres de la vida.
Ahorro no es solo “guardar”, sino también “elegir”
Una perspectiva más amplia del ahorro nos lleva a reflexionar sobre cómo gastamos y el valor que otorgamos a lo que adquirimos o hacemos en nuestro día a día. Ahorrar es en gran medida la capacidad de elegir cómo usamos nuestros recursos y el impacto que eso tiene en nuestra vida. Para ello, es necesario hacernos preguntas y responderlas: ¿realmente necesito esto? ¿Cómo se alinea esta compra o gasto con mis objetivos financieros y personales? ¿Qué estrategias estoy adoptando enfocadas en conseguir mis objetivos? Y, es más, ¿los tengo definidos? Este enfoque implica ver el ahorro como una herramienta de autocontrol y autoconocimiento y también como el camino hacia nuestras metas financieras.
El ahorro como un hábito de vida
Ahorrar no se reduce a un acto esporádico o de emergencia: es un hábito que se construye a lo largo del tiempo y exige constancia y disciplina. Este hábito empieza con acciones tan simples como llevar un registro de gastos y crear un presupuesto mensual. Sin embargo, lo que marca la diferencia en el ahorro no es solo registrar cada gasto, sino hacer del ahorro una prioridad, automatizándolo, si es posible, y planteando, según las posibilidades, la posibilidad de alejar ese ahorro de cuentas y depósitos que aportan escasa o nula rentabilidad y acercándolo a fórmulas más rentables, siempre con el apoyo de asesores financieros debidamente certificados, y en función y según cada perfil de riesgo.
El ahorro como estrategia de crecimiento
Para que el ahorro verdaderamente genere valor a largo plazo, es necesario evolucionar del simple ahorro entendido como acumulación en cuentas bancarias a estrategias enfocadas hacia el crecimiento. Esto implica acercarse a la educación financiera como primer paso sine qua non. “Dado que una gran parte del ahorro está destinada al largo plazo, deberíamos aconsejar a profesionales e inversores que tomen mayor conciencia de la necesidad de acercarse al mercado de capitales. Es decir, invertir asumiendo un poco más de riesgo, ya que el horizonte de esos ahorros —a medio y largo plazo— requiere obtener mejores rentabilidades. Por ello, es fundamental que una mayor proporción de estas inversiones se dirija hacia el mercado de capitales, en particular hacia la renta variable“, explicaba Josep Soler, consejero ejecutivo de EFPA España, a propósito de la Jornada de Asesoramiento Financiero de San Sebastián.
El papel de la educación financiera
La realidad es que no todos los ahorradores se sienten cómodos o preparados para invertir. Al contrario. Hay desconocimiento y mucho miedo o reservas hacia, obviamente, lo desconocido. Esto es un reflejo de la falta de educación financiera en las familias, y España no es una excepción. Una parte crucial de la educación financiera es que los ahorradores comprendan los beneficios, los riesgos y las estrategias básicas para invertir de forma responsable en los mercados de capitales, y es ahí donde el papel de los asesores financieros es clave.
Para hacer de esta transición una realidad, es esencial contar con programas de educación financiera que acerquen estos conocimientos a las personas desde edades tempranas, ayudándoles a ver el ahorro como una puerta de entrada hacia las inversiones. Con una buena base de conocimientos, los ahorradores pueden desarrollar estrategias diversificadas y sostenibles que les permitan aprovechar los rendimientos del mercado de forma informada y alineada con sus objetivos.
Mentalidad de crecimiento
Cuando hablamos de ahorro, no solo hablamos de dinero; hablamos de decisiones conscientes, de hábitos saludables y de una mentalidad de crecimiento. Con esta visión, el ahorro deja de ser una simple práctica de acumulación y se convierte en una fuente de libertad financiera y una forma de maximizar nuestro potencial financiero en un mercado en constante movimiento.