Tenemos fechas, periodos y momentos recurrentes en los que el riesgo de una cartera se puede descontrolar. Y hay que saber identificarlos para no ‘perder los papeles’ en bandazos bursátiles, estallidos de la volatilidad, continuas celebraciones de euforia y activos que hoy se ponen de moda y mañana acaban hundiéndose.
Un caso práctico: en junio, las bolsas llevaban meses saltando como gacelas las vallas de cada crisis geopolítica y anotándose sin esfuerzo máximos históricos. Pasaba de todo (agravamiento en la guerra Israel-Hamás, avisos del BCE sobre riesgos geopolíticos, procesos electorales claves en grandes economías, Europa y Estados Unidos anunciando aranceles y denunciando la ayuda de China a sus empresas…) y el galope de los mercados continuaba casi como si no pasase nada.
Y así fue hasta que, durante los primeros días de agosto, el S&P 500 descendió con fuerza hasta registrar la mayor caída diaria de los últimos dos años. Entre el uno y el cinco de aquel mes, la volatilidad que calcula el VIX, conocido popularmente como el ‘índice del miedo’, pasó de poco más de 16 a casi 46 puntos. Hasta mediados de agosto, los mercados no recuperaron su valor y, por supuesto, algunos ahorradores perdieron dinero. El exceso de euforia había dado lugar a un exceso de precipitación.
Fechas: atención al verano y los lunes y viernes
Iñaki Arcocha, fundador y director general de la firma de asesoramiento financiero IA Capital, cree que habían olvidado, en medio del caos, que “en las vacaciones estivales es más probable que una noticia inesperada o algún movimiento especulativo mueva con más fuerza los mercados y nos sorprenda”. Eduardo Cobián, subdirector de Creand Family Office, confirma que “los vencimientos trimestrales de opciones o futuros o eventos repentinos en periodos de falta de liquidez, como el verano, tienden a aumentar la volatilidad”. Cobián también aclara que, antes de sobrerreaccionar en momentos de tensión, muchos ahorradores deberían haber sabido que “lo importante siempre es el valor fundamental de las posiciones financieras a medio y largo plazo y que éste es, muchas veces, ajeno a las fluctuaciones puntuales”.
Hay otras fechas recurrentes en las que se debe extremar la prudencia. Iñaki Arcocha recuerda, por ejemplo, que “a los inversores con poca experiencia se les suele aconsejar no operar ni los viernes ni los lunes, porque son los momentos en que los traders de corto plazo operan con mayor volumen”. Los viernes, sigue, “cierran posiciones para no correr el riesgo de lo que suceda durante el fin de semana, y los lunes colocan las posiciones para esa semana”. Para Jesús Mariñas, socio director de JDS Capital, también debemos prestar atención a la volatilidad que se puede producir durante “el cierre mensual del precio del activo”.
Finales de año y trimestre
Otras fechas que suelen generar turbulencias, según Iñaki Arcocha, “coinciden con el final de trimestre y de año, que es cuando se conocen los resultados de las cotizadas [incluido el impacto fiscal en sus cuentas] y cuando los fondos de inversión publican sus carteras, por lo que sus gestores tienen el incentivo de presentar una cartera ‘limpia’ de nombres más controvertidos o de posiciones con pérdidas importantes”. Por su parte, Eduardo Cobián también cree que cabría esperar oscilaciones en los precios de los activos en “los periodos en los que los grandes flujos de capital entran o salen, por ejemplo, para el rebalanceo de los fondos de pensiones que necesitan invertir un 60% en renta fija y un 40% en renta variable”.
David Azcona, economista-jefe de Beka, confirma que “los rebalanceos suceden muchas veces al final de año, con todo el dinero que les suele entrar en aportaciones anuales como impulso para nuevas compras y provocar ganancias… Es el famoso rally de Santa Claus que, por cierto, no se produjo en 2015 y dejó a todo el mundo descolocado”.
Fechas de grandes decisiones regulatorias
También existen, sigue David Azcona, “hitos micro/macro/monetarios que se tienen conceptualizados de una manera y luego pueden resultar de otra”. Y aquí un ejemplo clarísimo es el discurso del presidente de la Reserva Federal estadounidense que da siempre a finales de agosto en Jackson Hole y que ha movido con fuerza los mercados en los últimos tres años.
Jerome Powell sugirió en el más reciente que recortaría los tipos de interés, pero las bolsas de todo el mundo no solo se felicitaron por la rebaja de septiembre -que Powell nunca mencionó y ellos llevaban tiempo descontando- sino por las que creían que la seguirían indudablemente en noviembre y sobre todo en diciembre que, según muchos grandes inversores, podría ser la mayor de todas.
El economista-jefe de Beka recuerda a los ahorradores que deben extremar, una vez más, la cautela. Las futuras decisiones de la Fed no solo se van a ver condicionadas por una inflación que se encuentra a pocas décimas de sus objetivos, sino también por el comportamiento del mercado laboral estadounidense, que si empeorase significativamente “puede acabar con las esperanzas de crecimientos de doble dígito en los beneficios empresariales y echar por tierra las esperanzas de los mercados”.
Alerta volantazo
El empleo sufrió un varapalo inesperado para los analistas en julio, las cifras de agosto fueron solo correctas y la Fed empezó a asumir en septiembre que el año iba a acabar con más paro que en agosto. En consecuencia, Jerome Powell y su equipo decidieron duplicar el recorte de los tipos que esperaban los analistas en septiembre y dar a entender que, en contra de lo que había proyectado en junio, en este segundo semestre habría más bajadas. Era lo más parecido a un volantazo.
Los inversores tienen mucho que perder si descartan la posibilidad de los volantazos o no se adaptan a tiempo a ellos. Como advierte Sergio García Saiz, profesor del Departamento de Finanzas y Contabilidad de CUNEF Universidad, “gestionar correctamente el riesgo del tipo de interés en una cartera (riesgo de duración) es clave, pues la política monetaria impacta directamente en los bonos y acciones”. Sin ir más lejos, advierte, “el Silicon Valley Bank no cubrió correctamente la duración de su cartera de bonos a largo plazo y experimentó pérdidas que lo llevaron al colapso en 2023, lo que deja claro que incluso algunos inversores profesionales pecan de un exceso de confianza, o de miopía respecto a la gestión del riesgo”.
Mucho cuidado con las mareas alcistas
A veces, reguladores como la Fed anuncian virajes inesperados y otras veces son los propios inversores los que no diversifican bien los riesgos bajando la guardia cuando los mercados rugen tanto que impulsan a casi todos activos, incluidos los de calidad dudosa. Por ejemplo, la fase alcista previa al susto de principios de agosto se debió, en gran medida, a dos motores que nada tenían que ver con las fortalezas de algunos valores que, aun así, subieron con la marea y pudieron confundir a los inversores.
El primero de los motores fue, según Fernando Luque, editor financiero sénior en Morningstar España, una narrativa sobre lo que va a suponer la inteligencia artificial para el sector que integra a las mayores empresas cotizadas del mundo, que son tecnológicas. La narrativa sobre aquel impacto netamente transformador y positivo no tenía bases frágiles, por supuesto, pero tampoco dejaba de ser una manera (optimista, en este caso) de interpretar el futuro a partir de unas determinadas expectativas.
Y el segundo de los grandes motores, explica el Luque, fue “el gran desarrollo de la inversión pasiva, que ya supera en volumen a la de los fondos activos en Estados Unidos”. Y la lógica era la siguiente: “Si entra mucho dinero en fondos pasivos (en particular, fondos cotizados), eso beneficia a las empresas de mayor capitalización y supone ‘más gasolina’ para la subida del mercado”. Así, el galope de las grandes cotizadas se convirtió en el galope general de unos mercados en los que era cada vez más difícil distinguir entre lo bueno, lo malo y lo regular.
La complacencia es peligrosa
Iñaki Arcocha cree que los ahorradores que perdieron con el ‘pánico’ de agosto no supieron entender correctamente los peligros del periodo que habían atravesado previamente y que estaba a punto de cambiar. El riesgo de este periodo para ellos, sigue, “era mayor porque se les presentaban una situación geopolítica cada vez más compleja, una enorme complacencia de los mercados bursátiles, unos máximos históricos continuos de las bolsas americanas y unas bolsas europeas que volvían a máximos después de no haberlo hecho en 25 años”.
Aquella fase despreocupada con los riesgos hoy continúa en algunos sentidos. Para empezar, hay cotizadas que deslumbran a millones de ahorradores, solo porque son enormes y conocidísimas, incluyendo desde las diez o quince mayores empresas mundiales por capitalización hasta, como advierten Víctor Álvarez, director de renta variable de Tressis, y Jesús Mariñas, socio director de JDS Capital, las grandes cotizadas españolas, en las que se posicionan tantos ahorradores nacionales sin ni tan siquiera consultar sus cifras o compararlas con las de sus competidores extranjeros.
No hay apuestas seguras
Aunque Fernando Luque, editor financiero sénior en Morningstar España, reconoce que “los ahorradores españoles diversifican más sus carteras ahora gracias al gran desarrollo de los fondos de inversión”, admite igualmente que minusvaloran “los riesgos de las empresas conocidas” o que creen conocer.
La complacencia previa al ‘pánico’ de agosto también continúa porque, como señala Álvaro Rodríguez Losada, del equipo de Banca privada de Renta 4, “se subestiman los riesgos y la volatilidad inherente a las acciones del sector tecnológico debido al miedo a perderse las subidas en ‘la tecnología del futuro’”. Y así, matiza, “los casos de éxito de Amazon, Nvidia o Google crean cierta percepción de que invertir en tecnología es una apuesta segura, y se obvia el análisis crítico de sus riesgos”. Y eso ayuda a explicar lo que les ha sucedido incluso a inversores profesionales con la moda de los meme stocks (que incendian su valor gracias a su enorme popularidad en las redes sociales y foros como Reddit) y algunas criptomonedas.
Sin bajar la guardia
“Me parece especialmente fascinante”, señala el experto de Renta 4, “el caso del retailer de videojuegos GameStop, ya que el origen fue un ‘cierre de cortos’ impulsado por inversores minoristas en un conocido foro de Estados Unidos, y que provocó que las acciones pasaran de 17 a 480 dólares en cuestión de días”. Por supuesto, aclara, “las acciones tuvieron una corrección igualmente abrupta que hundió la valoración por debajo de los 50 dólares en menos de un mes”.
En estas circunstancias, los inversores deben ser prudentes con los activos y sectores de moda a la hora de diversificar el riesgo de sus carteras en otoño, pero también es necesario que, en general, no bajen la guardia en periodos en los que el S&P 500 bate récords históricos en medio de grandes crisis geopolíticas y que no confundan el rugido de los mercados con la fortaleza de los activos que solo suben con la espuma y la marea. Finalmente, necesitan recordar que deben mantener la mente fría ante los bandazos bursátiles pasajeros y saber que hay fechas de especial riesgo y volatilidad que se repiten todos los años y que pondrán a prueba su paciencia. No maldigas la oscuridad, decía Confucio, “enciende, sencillamente, una vela”.
Así se mitiga el riesgo en fechas claves
Para Víctor Álvarez, director de renta variable de Tressis, “el análisis y la gestión de activos requiere de una dedicación casi plena, lo que complica la inversión minorista”. Y eso significa, según él, que “en la mayoría de los casos los inversores necesitan ayuda profesional y que, al igual que nos servimos de otros oficios en nuestro día a día, deberíamos normalizar la figura del asesor y del gestor financiero”.
Jesús Mariñas, socio director de JDS Capital, considera que la profesionalización de los inversores pasa por “seguir un método a largo plazo que gestione el control del riesgo, tener reglas claras de entrada y salida y saber interpretar el mercado y las señales que confirman unos escenarios u otros”. Y, sin lugar a dudas, añade, “deberían ser objetivos y poco emotivos, porque les irá mejor; además de aprender a aislarse del ‘ruido’ de los noticiarios que buscan audiencia con amenazas constantes de ‘próximas grandes caídas’”.
Un inversor que quiere tomar cada vez mejores decisiones, según Sergio García Saiz, profesor del Departamento de Finanzas y Contabilidad de CUNEF Universidad, tiene que “conocer exactamente cómo funciona un mercado, algo que exige formación y experiencia”. De otro modo, le invadirá, probablemente, una “sensación de falsa confianza que hace que se subestimen los riesgos”.
Una manera de subestimarlos es decidir las posiciones “sin un análisis pormenorizado”, lo que puede llevarlo a comprar o vender por la pura “percepción externa de empresas o sectores”, tomando como referencia información de baja calidad o “cayendo en sesgos conductuales” como el efecto rebaño. Los ahorradores deben profesionalizarse más con sus inversiones y eso significa avanzar en una “correcta diversificación del riesgo” que les permita “atenuar, o incluso aprovechar, las grandes caídas”.