La quiebra del Silicon Valley Bank ha resucitado viejos fantasmas. En concreto, los de 2008. Un posible efecto en cadena que recuerda al originado por la llamada crisis de las hipotecas subprime. El punto de partida, en este caso, nos lleva también al otro lado del charco: hasta el Silicon Valley Bank (SVB). La segunda pieza, más o menos conectada, nos cae un poco más cerca, en Suiza. Hablamos del rescate de uno de los grandes de la banca helvética, Credit Suisse, mucho más conectado con nuestra realidad financiera.
Silicon Valley, cae el banco de las startups
Tres años han pasado desde el estado de alarma provocado por el COVID. Un año desde la invasión rusa a Ucrania. 2023 no parecía, a priori, sacudir los medios con ningún hecho histórico hasta que llegó la semana del ‘susto’ bancario. El Silicon Valley Bank, el decimosexto mayor prestamista del país -según datos de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (CFSD)- adelantaba unas pérdidas de unos 1.800 millones de dólares (1.700 millones de euros) en el primer trimestre, lo que hundió su cotización un 60% y provocaba una retirada significativa de depósitos por parte de los clientes, lo que complicaba aún más su estabilidad. En 24 horas salieron 42.000 millones de dólares (39.362 millones de euros) de la entidad. Según han apuntado varios medios, tenía casi el 90% de los depósitos bancarios de empresas emergentes en el sector tecnológico o ‘startups’.
Las consecuencias ante el colapso de la entidad americana no se hicieron esperar. Las primeras en notar las sacudidas de este terremoto con epicentro de Silicon Valley Bank fueron las bolsas mundiales y la propia Fed, que adoptó una serie de medidas para evitar la hemorragia. El Gobierno de Estados Unidos, con Joe Biden al frente, anunciaba una intervención de SVB y aseguraba el dinero a todos los depositantes. Pero, aunque el fantasma se ha quedado en eso, en fantasma, y esta no ha sido una crisis sistémica -en la que diferentes partes del sistema empiezan a desmoronarse como un castillo de naipes- los efectos sí se han hecho notar. Una de las piezas que ha notado el seísmo financiero originado en Santa Bárbara nos lleva hasta Europa y el Credit Suisse.
Credit Suisse es absorbida por UBS
Si algo aprendimos de 2008, es que todo está conectado y los charcos se cruzan más rápido cuando viajan montados en pánico que en avión. Tras la quiebra de Silicon, hemos vuelto a ver que los mercados financieros se muestran más sensibles y también más vulnerables cuando entra en la ecuación una de las emociones más difícil de contener: el miedo, que actúa como pólvora.
Es necesario recordar que lo de Credit Suisse es una sorpresa muy relativa. La entidad ya había mostrado sus debilidades y presentado un plan radical para reestructurarse. Lo cierto es que hacía tiempo que no levantaba cabeza. Tras varias ampliaciones de capital y 2.700 despidos, veía cómo el Banco Nacional Saudí se convertía en el accionista mayoritario. Y aterrizamos ya al momento presente, cuando la decisión del hasta ahora principal inversor de no adquirir más capital deriva en una nueva sacudida con un desplome en bolsa del 24% tras el fatal anuncio. El remedio – el acuerdo para la fusión de Credit y UBS, las dos mayores entidades de Suiza orquestado este domingo junto con las autoridades del país helvético- provocaba nuevas caídas. En concreto, los títulos de Credit Suisse llegaban a bajar casi un 64%, hasta los 0,67 francos suizos por acción.
Todo está conectado: especialmente el miedo
Y así hemos iniciado la primavera. Con crisis, rescates multimillonarios y miedo generalizado en los mercados. Una combinación que no por conocida deja de ser peligrosa. Aunque cada entidad (Silicon y Credit, respectivamente) acumulaba sus propios problemas, hay algo que ha unido sus dos crisis, la subida de los tipos de interés de forma continuada. El dinero ‘barato’ ya no es tal, y no todos los bancos se han anticipado a este escenario de tipos en los que el grifo de la liquidez y la financiación se ha endurecido. A pesar de ser casos aislados y que cada uno haya llegado hasta su crisis por diferentes caminos, es interesante fijarnos en los ánimos financieros, que siguen siendo altamente sensibles a pesar de ser esa misma sensibilidad uno de sus peores enemigos.
Sea como sea, las medidas de contención en un lado y otro del charco están desplegadas y deberían ser suficientes para recobrar la normalidad, pero es necesario estar atentos hasta certificar que, efectivamente, no hay ningún otro vaso comunicante más que transporte la carga más volátil: el miedo.